La señora Lourdes Aparecida Astolfo, de 60 años, estaba en el patio delante de su casa, en Vinhedo (Brasil), camino al coche para un almuerzo en familia cuando oyó un ruido fortísimo. Pensó que era un camión con problemas graves para subir la cuesta. Pero no. El estruendo venía de arriba. “Miré al cielo y vi el avión. Caía en picado, girando”. Así describe este sábado a primera hora una escena que otros testigos grabaron con el móvil, saltó a las redes y en nada abría informativos internacionales. Un avión de la aerolínea Voepass con 62 personas a bordo (58 pasajeros, el piloto, el copiloto y dos azafatas), se estrelló el viernes tres casas más allá de la de Astolfo. Nadie sobrevivió al brutal impacto en el desastre aéreo más grave de Brasil en 15 años, desde que un vuelo de Air France desapareció en el Atlántico con 228 personas.
Voepass rectificó por segunda vez la cifra de víctimas para volver a los 62 fallecidos iniciales. Al menos la mitad de los cadáveres ya han sido recuperados entre el fuselaje del avión, que cayó en el jardín de una vivienda rodeada de otras casas dentro de una urbanización cerrada, algo típico en los barrios más pudientes de Brasil. Por suerte, no causó muertos en tierra, solo daños en un tejado. La principal hipótesis preliminar de los investigadores es que se formó hielo en el fuselaje y el piloto perdió el control de la aeronave. Los investigadores confían en dilucidar qué causó la catástrofe gracias a la caja negra y a los restos del fuselaje.
El vuelo 2283 de Voepass, que despegó de Cascavel (Paraná) y se dirigía al aeropuerto internacional de Guarulhos, en la zona metropolitana de São Paulo, cayó a plomo. El viaje transcurrió con normalidad hasta las 13.20 hora local. A las 13.21 dejó de responder a la torre de control, pero el piloto no lanzó ningún SOS ni aviso sobre las condiciones meteorológicas. A las 13.22 el bimotor perdió el contacto con el radar. En un minuto, descendió casi 4.000 metros de altura.
Ante la espantosa escena de ver caer un avión delante de su casa, Astolfo agarró al perro y se refugió con su hija en el fondo de su vivienda. “Tembló toda la casa”, dice entre sollozos, aún conmocionada. Entre los 76.000 habitantes Vinhedo, ubicada a 70 kilómetros de São Paulo, muchísimos presenciaron, con pánico e impotencia, cómo la aeronave se desplomaba. Parecía un avioncillo de papel. Pero el ruido era ensordecedor. Luego, la explosión del impacto y una enorme columna de humo negro subiendo hacia el cielo despejado.