Madrid, 10 abril (EFE). – La reciente moda de transformar fotografías al estilo del icónico Studio Ghibli ha conquistado las redes sociales con millones de usuarios compartiendo imágenes cargadas de magia y nostalgia. Sin embargo, detrás de esta tendencia viral, se oculta una realidad poco conocida: el elevado consumo de agua que implica cada interacción con herramientas de inteligencia artificial (IA).
Lejos de ser inofensiva, la popularización de estos filtros y generadores de imágenes revela una huella ambiental significativa, que pone en cuestión la sostenibilidad de las tecnologías que están transformando nuestro día a día.
Medio litro de agua por imagen
Según expertos, generar una imagen con IA puede consumir en promedio hasta 500 mililitros de agua, debido a los sistemas de refrigeración que enfrían los servidores en los centros de datos donde operan estos modelos. Herramientas como DALL·E, Midjourney o incluso ChatGPT requieren enormes cantidades de procesamiento, lo que genera un calor que debe disiparse constantemente mediante torres de enfriamiento que consumen agua y electricidad.
“La gente no es consciente del agua que se consume por generar una imagen con IA”, explica Álvaro Peña, especialista en inteligencia artificial, quien advierte que el impacto hídrico está subestimado, pues no se contabiliza el agua usada en la fabricación de chips ni en la generación de energía.
Consumo hídrico de la IA: cifras que preocupan
Estudios recientes de la OCDE estiman que, para 2027, la IA podría consumir entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua anualmente, una cifra superior al consumo de países como Dinamarca y equivalente a la mitad del consumo anual del Reino Unido.
Grandes compañías tecnológicas también han informado aumentos significativos en su uso de agua:
– Microsoft: +34 % en 2022
– Google: entre 6 y 7 millones de m³ de agua en ese mismo año
– Meta: alrededor de 2 millones de m³
Este crecimiento está directamente relacionado con el entrenamiento y funcionamiento de modelos de IA de gran escala.
“En los centros de datos, el consumo de agua es altísimo. Se utiliza en refrigeración, producción de electricidad y fabricación de microchips”, advierte María Prado, portavoz de energía y clima de Greenpeace España.
Diferencias entre modelos: imágenes vs. texto
Aunque todas las IA requieren recursos, no todas consumen igual. ChatGPT, centrado en generación de texto, consume menos recursos que modelos dedicados a la creación de imágenes como Midjourney o DALL·E, cuyos procesos computacionales son más intensivos y manejan grandes volúmenes de datos gráficos.
Esto significa que una imagen generada con IA puede tener una huella hídrica considerablemente mayor que una conversación de texto.
Falta de transparencia y regulación
A pesar del impacto, los expertos denuncian la escasa transparencia de las grandes tecnológicas. Según Prado y Peña, muchas empresas ocultan o subestiman datos reales de consumo, y no existe regulación suficiente que exija la publicación completa del impacto ambiental.
“La huella real está invisibilizada. Se necesita liderazgo político para imponer normas y transparencia hídrica, energética y ambiental”, reclama Prado.
¿Un futuro más sostenible?
Frente a este panorama, algunas empresas han comenzado a actuar. Microsoft ha anunciado que pretende ser “positiva en agua” para 2030, es decir, devolver más agua de la que consume mediante programas de eficiencia y restauración.
No obstante, los especialistas coinciden en que la sostenibilidad real dependerá de la presión pública y regulatoria, así como de una mayor conciencia del usuario.
“La responsabilidad es compartida, pero sin crisis visible o presión externa, no habrá cambios profundos”, concluye Peña.
Un consumo invisible, pero real
El auge de la inteligencia artificial plantea beneficios innegables, pero también exige una reflexión crítica sobre su impacto ambiental. Las imágenes estilo Studio Ghibli pueden ser encantadoras, pero también representan una alerta: la IA, como toda tecnología, tiene un precio ambiental que no podemos ignorar.