La Habana. – El Gobierno de Cuba informó este viernes la muerte de Joanne Deborah Byron, conocida como Assata Shakur, expantera negra y figura emblemática de los movimientos de liberación afroamericanos, quien llevaba más de cuatro décadas refugiada en la isla tras ser condenada por el asesinato de un policía en Estados Unidos. Tenía 78 años.
Según una nota de prensa de la Cancillería cubana, Shakur falleció “como consecuencia de padecimientos de salud y su avanzada edad”.
Figura polémica entre Cuba y EE.UU.
La presencia de Shakur en Cuba fue durante décadas un punto de fricción diplomática entre Washington y La Habana. Estados Unidos reclamó en múltiples ocasiones su extradición, incluso durante el proceso de acercamiento bilateral en la era de Barack Obama, pero el Gobierno cubano siempre le otorgó asilo político y rechazó su devolución.
Recientemente, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, acusó a Cuba de dar refugio a “terroristas y delincuentes”, en alusión, entre otros casos, a Shakur.
Condena y fuga
Nacida el 16 de julio de 1947 en Nueva York, Shakur fue miembro del Partido Pantera Negra y del Ejército de Liberación Negro, destacando como figura influyente en la lucha afroamericana por los derechos civiles en la segunda mitad del siglo XX.
El 2 de mayo de 1973, fue detenida tras un tiroteo en Nueva Jersey que resultó en la muerte de un policía estatal. Posteriormente fue acusada de varios delitos, incluido asesinato.
En 1977, tras un controvertido juicio, fue condenada a cadena perpetua. Sin embargo, en 1979 protagonizó una espectacular fuga de la prisión de máxima seguridad de Hunterdon County y permaneció varios años como fugitiva.
En 1984, logró llegar a Cuba, donde recibió refugio bajo el gobierno de Fidel Castro, en pleno auge de la Guerra Fría.
Vida en La Habana y legado
Desde su llegada, Assata Shakur vivió en la capital cubana alejada de la vida pública. Solo en 1988 rompió su silencio con la publicación de su libro Assata: una autobiografía, considerado un texto de referencia en los movimientos afroamericanos.
En 2005, el FBI la incluyó en su lista de terroristas más buscados y ofreció una recompensa que, hasta la fecha de su muerte, ascendía a dos millones de dólares.
Aunque mantuvo un bajo perfil en Cuba, su figura se convirtió en símbolo de resistencia para sectores vinculados a las luchas raciales y sociales en Estados Unidos, al tiempo que fue vista por las autoridades estadounidenses como una prófuga peligrosa.