Fráncfort. – La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, llamó este viernes a reforzar la regulación y supervisión de las entidades no bancarias que ofrecen servicios financieros similares a los de la banca tradicional, con el objetivo de equilibrar las condiciones de competencia y reducir riesgos sistémicos para la estabilidad financiera.
Reglas más estrictas para los no-bancos
Durante un evento organizado por el Banco Nacional de Países Bajos en honor a su gobernador saliente, Klaas Knot, Lagarde consideró “vital” que los responsables políticos adapten los marcos regulatorios a un entorno cada vez más complejo. Subrayó que no se trata de relajar las exigencias a la banca, sino de elevar los estándares para los no-bancos, en especial aquellos con fuerte vinculación con el sistema bancario.
“Una mejor supervisión haría más visibles los riesgos que han permanecido durmientes en los rincones oscuros de la economía”, afirmó.
La presidenta del BCE advirtió que, si los riesgos fuera del radar de los reguladores aumentan, podría repetirse una dinámica similar a la vivida antes de la crisis financiera de 2008, cuando la política monetaria fue prácticamente la única herramienta para contener la exuberancia de los mercados.
Equilibrio y simplificación
Lagarde instó a los legisladores europeos a resistir la fatiga regulatoria y redoblar esfuerzos para extender reglas globales más firmes al ámbito no bancario. Sin embargo, también defendió la necesidad de evaluar la simplificación normativa tras una década de acumulación legislativa.
Recordó que el BCE trabaja en propuestas para la Comisión Europea enfocadas en reducir duplicidades y cargas innecesarias en áreas como la estructura de capital, la información financiera y los procesos de supervisión.
“El objetivo no es relajar las reglas ni deshacer lo logrado, sino reducir la complejidad innecesaria”, puntualizó.
Contexto internacional
Las declaraciones de Lagarde se producen mientras Bruselas impulsa un proceso de simplificación regulatoria en ámbitos como la sostenibilidad corporativa, la política agrícola y las normas digitales, con el fin de mejorar la competitividad de la Unión Europea. Al mismo tiempo, el nuevo Gobierno de Estados Unidos ha optado por una agenda de desregulación, especialmente en el sector de los criptoactivos, lo que genera un contraste en la visión transatlántica sobre el papel de los reguladores.