Santo Domingo.– El miedo, emoción considerada esencial para la supervivencia, puede desaparecer por causas biológicas extraordinarias. Casos documentados como el del británico Jordy Cernik y la paciente conocida como SMhan demostrado cómo la ausencia de temor altera profundamente la vida diaria, desde la percepción del peligro hasta las interacciones sociales.
Cuando el miedo desaparece
Cernik fue diagnosticado con síndrome de Cushing y, tras la extirpación de sus glándulas suprarrenales, dejó de experimentar ansiedad o temor. Actividades que normalmente generan adrenalina —como paracaidismo o rápel— dejaron de provocarle cualquier reacción, generando en él una desconexión frente a situaciones riesgosas.
En el caso de SM, la enfermedad genética Urbach-Wiethe destruyó selectivamente sus amígdalas cerebrales, estructuras clave para procesar el miedo. Investigada durante décadas por la Universidad de Iowa, SM no reacciona ante estímulos que comúnmente generan pánico, como películas de terror, serpientes o arañas.
El papel de la amígdala
La amígdala, ubicada en lo profundo del cerebro, coordina respuestas emocionales frente a amenazas externas. Lesiones en esta región, según estudios publicados en el Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences, eliminan la capacidad de anticipar el peligro, aunque otras emociones como tristeza o alegría permanecen intactas.
Curiosamente, SM tampoco reconoce las expresiones faciales de temor en otras personas, lo que influye en su vida social. Investigaciones del profesor Alexander Shackman (Universidad de Maryland) muestran que quienes carecen de amígdala tienden a acercarse más de lo habitual a otros, ignorando las normas de distancia personal.
Distintos tipos de miedo
El neuropsicólogo Justin Feinstein demostró que no todos los temores provienen de la amígdala. En experimentos con dióxido de carbono, SM sufrió un ataque de pánico intenso. Ese tipo de miedo surge en el tronco encefálico, responsable de funciones corporales automáticas, como la respiración.
Este hallazgo confirma que la amígdala no es indispensable para todas las formas de miedo, pero sí para aquellas relacionadas con amenazas externas.
Reflexión evolutiva
La pérdida de miedo plantea un dilema sobre su función en la vida moderna. Si bien en la evolución fue vital para la supervivencia de los vertebrados, hoy puede convertirse en fuente de estrés y ansiedad crónica.
No obstante, la vida de personas como Cernik y SM evidencia los riesgos de suprimirlo: decisiones temerarias, exposición a peligros reales y vulnerabilidad social.
Conclusión
El miedo, aunque incómodo, cumple un rol esencial: protegernos del peligro. Sin embargo, los estudios actuales invitan a reconsiderar hasta qué punto esta emoción sigue siendo indispensable en un mundo donde muchos riesgos físicos han sido mitigados.
Las experiencias de quienes han perdido esta facultad ofrecen una ventana única para comprender los mecanismos neurobiológicos del miedo y explorar nuevas estrategias para tratar los trastornos de ansiedad en la sociedad contemporánea.