Madrid.– El nombre de Alfredo Galán Sotillo sigue siendo uno de los más oscuros de la crónica criminal española. Conocido como el “asesino de los naipes”, fue responsable de seis asesinatos y tres intentos frustrados que sembraron el terror en la Comunidad de Madrid en 2003. A pesar de haber sido condenado a 142 años de cárcel, la legislación vigente en ese momento establece que solo cumplirá 25 años efectivos, por lo que podría quedar en libertad en 2027, dentro de apenas dos años.
Crímenes al azar y sin motivo
El historial de Galán comenzó el 28 de enero de 2003, cuando ejecutó de un disparo en la cabeza a un portero de finca. Apenas una semana después, protagonizó su jornada más sangrienta: asesinó a un trabajador de limpieza en la calle y, horas más tarde, irrumpió en un bar de Alcalá de Henares, donde mató a un joven de 18 años y a una mujer de 57, dejando gravemente herida a la dueña del local.
En los meses siguientes atacó a varias víctimas más: un hombre que sobrevivió de milagro tras un fallo en el arma, un matrimonio en Arganda del Rey al que ejecutó sin contemplaciones y otras personas a las que disparó a corta distancia.
Lo desconcertante de su modus operandi era la ausencia total de motivación: no existía relación entre las víctimas, ni patrones claros que permitieran a la policía anticiparse.
El origen del apodo
Su apodo nació por azar. Junto a la segunda víctima apareció un as de copas. Aunque al inicio fue una casualidad, el criminal adoptó el mote con orgullo y comenzó a dejar cartas de la baraja española en las escenas de sus crímenes posteriores.
La entrega en estado de ebriedad
Tras dos meses de inactividad, el exsoldado se presentó ebrio ante un agente en Puertollano, su localidad natal, confesando ser el asesino que había puesto en jaque a Madrid. En un principio, no le creyeron. Sin embargo, al aportar detalles sobre las marcas en las cartas encontradas junto a las víctimas, su confesión fue tomada en serio.
En el juicio, Galán intentó retractarse en varias ocasiones, pero las pruebas materiales —incluido un casquillo de su pistola Tokarev 7,62 mm, ropa incriminatoria y los testimonios de sobrevivientes— confirmaron su autoría.
Condena y polémica
Fue sentenciado a 142 años de prisión y a indemnizar con 600.000 euros a las familias y sobrevivientes. No obstante, por las limitaciones legales de la época, la pena máxima efectiva se fijó en 25 años.
De esta forma, uno de los asesinos en serie más notorios de la historia reciente de España podrá volver a las calles en tan solo dos años, alimentando la polémica sobre la proporcionalidad de las penas frente a delitos de extrema gravedad.
Un exmilitar sin propósito
Galán, de 26 años en el momento de los crímenes, había servido en el Ejército español y participado en misiones en Bosnia, donde obtuvo el arma utilizada en todos los asesinatos. Siempre disparaba a corta distancia, en la cabeza, cuello o espalda, ejecutando a sus víctimas con frialdad.
El caso continúa generando debate dos décadas después, tanto por la brutalidad de los crímenes como por el inminente regreso a la vida en libertad de un hombre que, según su propio testimonio, mataba solo por curiosidad.