Buenos Aires.– El uso de las redes sociales ha transformado la vida de millones de niños y adolescentes en todo el mundo. Sin embargo, detrás de esa interacción cotidiana, los algoritmos que determinan qué contenidos aparecen en pantalla tienen efectos profundos en la autoestima, el desarrollo emocional y la capacidad de concentración de los más jóvenes, advierten especialistas en salud mental.
¿Qué es un algoritmo y cómo influye?
Según el psiquiatra infanto-juvenil Andrés Luccisano, subjefe del servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires, los algoritmos son “conjuntos de operaciones que buscan siempre obtener un resultado”.
En redes sociales, ese resultado es mantener la atención del usuario, mostrando de forma repetida los temas en los que ya demostró interés. “El algoritmo no distingue entre temáticas positivas o negativas, solo responde a la interacción constante”, explicó Luccisano.
Este mecanismo, advierte, puede amplificar la exposición a cuerpos idealizados, estilos de vida inalcanzables o logros espectaculares, afectando la percepción de la realidad en etapas de construcción de identidad.
Autoestima y trastornos emocionales
El psiquiatra de Ineco Fabián Triskier señaló que existe consenso en la literatura científica sobre el impacto negativo de las redes sociales, especialmente en adolescentes mujeres. La comparación constante, el “efecto FOMO” (fear of missing out) y la sensación de exclusión social se asocian con síntomas de ansiedad, depresión y baja autoestima.
“Para un adolescente en formación, la exposición continua a modelos irreales genera una comparación permanente que erosiona su autoestima”, añadió Luccisano.
Gratificación instantánea y circuitos de recompensa
Ambos especialistas coinciden en que el “anzuelo” más poderoso de las redes es la gratificación inmediata. Cada “me gusta”, comentario o visualización actúa como recompensa, estimulando los circuitos de placer del cerebro.
“El cerebro adolescente está predispuesto a la búsqueda de recompensa rápida. Esa maduración temprana de los mecanismos de gratificación, combinada con una autorregulación aún inmadura, favorece la adicción al consumo digital”, explicó Triskier.
Consecuencias en el aprendizaje y la atención
El hábito de buscar recompensas inmediatas debilita la atención sostenida y el control inhibitorio, capacidades esenciales para el rendimiento escolar.
“Hoy el aburrimiento angustia y desespera; el vacío se llena con un estímulo digital más. Eso produce una atención fragmentada, baja tolerancia a la frustración y dificultades para completar tareas de largo plazo”, alertó Luccisano.
Estrategias para un uso saludable
Los especialistas recomendaron:
-
Retrasar al máximo el uso de celulares en niños pequeños.
-
Regular estrictamente el acceso en la primaria y limitar su uso en el ámbito escolar.
-
Establecer tiempos y espacios libres de dispositivos en el hogar.
-
Conversar sobre los contenidos que consumen los hijos y fomentar el pensamiento crítico.
-
Promover la autonomía emocional desde la infancia.
“El mundo virtual no es un reemplazo seguro del mundo real y tiene riesgos claros para la salud mental. Es allí donde padres y educadores deben prestar especial atención”, concluyó Triskier.