Madrid / Barcelona – Un apagón de gran magnitud dejó a España virtualmente paralizada este lunes, provocando caos en el transporte público, bloqueos en calles y miles de ciudadanos obligados a caminar durante horas para regresar a casa sin electricidad, señal móvil ni internet.
Madrid: entre bocinazos, filas y caminatas bajo el sol
En Madrid, la escena era apocalíptica: trenes detenidos, estaciones de metro cerradas, y una multitud descendiendo por las avenidas principales en busca de un autobús, un taxi o simplemente intentando avanzar a pie parte del largo trayecto de vuelta a casa.
“Una hora y media para llegar hasta aquí… y ahora lo que me falta”, se lamentaba Rosario Pena, empleada de una cadena de comida rápida, atrapada en la céntrica Plaza de Cibeles.
Los autobuses, colapsados, mostraban carteles de “completo”, mientras los pocos disponibles avanzaban con lentitud entre el tráfico desordenado. A lo largo de las avenidas, se formaron filas de cientos de personas bajo el sol.
Estefanía Gallardo, camarera en un restaurante del centro, calculaba que aún le quedaban “unas dos horas” para llegar a casa. Su jornada laboral fue cancelada por la falta de energía.
Oportunidades entre el caos
A pesar del desconcierto, algunos negocios vieron una oportunidad: restaurantes sin refrigeración ofrecieron promociones improvisadas para no perder la comida del día. Un cartel ofrecía ostras y vino por 5 euros. La heladería Dolce Fina repartía helados gratis ante una larga fila de curiosos.
“¡Al mal tiempo, buena cara!”, celebró una clienta.
Barcelona: filas eternas y desconexión total
En Barcelona, el apagón causó un efecto similar. Con el metro y los ferrocarriles cerrados “hasta nuevo aviso”, la confusión reinó entre los ciudadanos.
“Han cerrado y no han dicho nada, como diciendo ‘ahí se quedan’”, expresó Lucía Romo, trabajadora de limpieza de 48 años, tras horas sin poder regresar a su casa ni contactar a su familia.
Sin señal en los móviles y sin acceso a internet, muchos no sabían siquiera dónde estaban las paradas de bus. Jordi Poch, informático de 45 años, intentaba orientarse sin éxito.
“No suelo usar autobuses y no hay forma de buscar información sin internet”, explicó resignado.
Sin luz, pero con terrazas llenas
Aunque la mayoría de restaurantes cerraron sus salones, las terrazas permanecieron llenas. En un barrio elegante de Madrid, Camilo Andrés García, informático de 38 años, compartía bebidas con sus colegas mientras se preparaba para caminar “una o dos horas” hasta su casa.
Los dueños del local, que lo conocían como cliente habitual, le extendieron crédito, reflejo de la solidaridad que también floreció en esta jornada atípica.