La Habana.— El gobierno de Cuba reconoció ayer miércoles la severidad de la crisis energética que atraviesa el país, caracterizada por extensos apagones y un sistema eléctrico al borde del colapso, debido al deterioro de las termoeléctricas, la escasez de combustible y la falta de recursos financieros para su reparación.
“La situación es grave en estos momentos, muy difícil, (con) largas horas de apagón”, expresó Alfredo López, director de la Unión Eléctrica de Cuba (UNE), durante su participación en un programa televisivo de alcance nacional. López detalló que actualmente el sistema solo logra generar 45 de los 63 gigawatts que requiere el país diariamente, provocando interrupciones del servicio de hasta 21 horas en algunas provincias.
El viceministro primero de Energía y Minas, Argelio Jesús Abad, también presente en el programa, calificó de “extrema” la complejidad del panorama energético y atribuyó parte del problema a la imposibilidad de acceder a financiamiento internacional. “Desde el 2017 hemos dado muy poco mantenimiento. Ahora tuvimos un poco de recursos”, indicó López, al explicar que las reparaciones en curso, aunque necesarias, reducen aún más la generación.
Cuba enfrenta desde hace más de cuatro años una profunda crisis económica, agravada por el reforzamiento del embargo estadounidense y una creciente demanda energética impulsada por las altas temperaturas. El martes pasado, la estación meteorológica de Casablanca, en La Habana, registró 38 °C, una cifra récord para el mes de mayo.
La infraestructura energética de la isla incluye ocho obsoletas termoeléctricas, varias centrales flotantes alquiladas a una empresa turca y generadores que dependen principalmente de diésel, un combustible escaso en el país. “Si tuviéramos más diésel, tuviéramos un nivel de apagón mucho menor”, subrayó López.
Como parte de la respuesta a la emergencia, el gobierno anunció un plan para instalar, antes de enero de 2026, 51 parques solares con tecnología china, que aportarían 1.115 megavatios al sistema. La meta oficial es alcanzar los 2.000 megavatios de energía solar para 2030, en un intento por reducir la dependencia de combustibles fósiles importados.