Santo Domingo.– La cultura dominicana despide este viernes con profundo pesar al cineasta Agliberto Meléndez, una de las figuras más influyentes y visionarias del cine nacional. Fundador de la Cinemateca Dominicana y director de la histórica película Un pasaje de ida, Meléndez deja un legado imborrable en la historia del séptimo arte del país.
Desde la Dirección General de Cine (DGCINE) y la propia Cinemateca Dominicana, institución que él mismo impulsó, se lamentó la partida del artista, calificándolo como un pilar de la cinematografía dominicana y un ferviente defensor del cine como vehículo de memoria, conciencia social y transformación cultural.
“Gracias a su visión y su compromiso inquebrantable, generaciones de cinéfilos y realizadores encontraron un espacio de encuentro, resistencia y expresión en la Cinemateca Dominicana”, expresó la DGCINE en un comunicado oficial.
“Su legado vive en cada fotograma, en cada sala, en cada historia que proyectamos”.
Un pionero con visión de país
Agliberto Meléndez es recordado especialmente por su ópera prima “Un pasaje de ida” (1988), considerada la primera película dominicana en recibir reconocimiento internacional. La cinta abordó con crudeza y sensibilidad el drama de la migración ilegal hacia Puerto Rico, y marcó un antes y un después en la narrativa audiovisual del país.
Más allá de su labor como director, Meléndez fue un gestor cultural, educador y activista del arte cinematográfico, convencido de que el cine debía ser un espejo de la sociedad dominicana. Desde su labor en la Cinemateca Dominicana, promovió el acceso a obras de valor histórico, social y estético, convirtiendo ese espacio en un santuario del cine independiente y de autor.
Un legado que trasciende generaciones
Meléndez fue una voz crítica y apasionada que nunca se conformó con las limitaciones estructurales del país. Su militancia cultural y su espíritu rebelde lo posicionaron como un símbolo de resistencia artística, especialmente en contextos en los que la libertad creativa estuvo en riesgo.
Gracias a sus aportes, la República Dominicana cuenta hoy con una industria cinematográfica en crecimiento, nutrida por una nueva generación de directores, guionistas y productores que encuentran en su figura una fuente de inspiración permanente.
Su partida deja un vacío enorme, pero también una huella luminosa para quienes creen en el poder del cine como lenguaje transformador.
La historia del cine dominicano no puede contarse sin el nombre de Agliberto Meléndez. Su vida fue un acto de entrega al arte, a la verdad y al país. Hoy, la pantalla se tiñe de luto, pero también de gratitud eterna.