Washington / Pekín. Tras meses de tensiones y medidas proteccionistas, China y Estados Unidos anunciaron esta semana una tregua en su guerra comercial, lo que podría marcar un punto de inflexión en el panorama económico global. Aunque el acuerdo deberá ser ratificado en un plazo de 90 días, su sola presentación ha generado reacciones positivas en los mercados y renovadas expectativas entre los sectores productivos.
La disputa arancelaria había elevado la tasa efectiva de aranceles del 2.4% a finales de 2024 a un 27.6% en abril de este año —el nivel más alto desde 1903. Con el nuevo pacto, esta tasa se reduciría a 17.8%, la más alta desde 1934, pero con efectos amortiguadores inmediatos: la inflación esperada se modera del 2.9% al 1.7%, mientras que el impacto negativo sobre el crecimiento del PIB estadounidense se ajusta de una contracción de 1.1% a solo 0.7%.
El alivio, sin embargo, no será completo. El mercado laboral estadounidense aún sufrirá las consecuencias: se estima un aumento del desempleo en 0.4 puntos porcentuales, lo que representaría la pérdida de aproximadamente 456,000 empleos al cierre de 2025. En materia fiscal, el incremento arancelario generaría ingresos por unos USD 2.7 billones entre 2026 y 2035, aunque, al descontar el efecto del menor crecimiento, el ingreso neto adicional se reduciría a USD 2.4 billones, equivalente a apenas un 0.7% del PIB anual.
A nivel sectorial, los efectos serán dispares. Mientras la manufactura reportaría un crecimiento de 1.5%, sectores como la construcción (-3.1%), la agricultura (-1.1%) y la minería (-1.1%) enfrentarían contracciones. Los consumidores también sentirán el impacto: se prevén alzas en los precios de productos como ropa (+15.0%), calzado y carteras (+14.0%), vehículos (+9.3%), electrónicos (+14.1%), electrodomésticos (+12.7%) y medicamentos (+8.8%). En contraste, los servicios —como la educación, telecomunicaciones e inmobiliarios— no registrarían variaciones relevantes en sus precios.
Para países terceros, el reacomodo comercial abre oportunidades estratégicas. En particular, la participación de China en las importaciones estadounidenses se reduciría del 14% al 6%, dejando espacio para un mayor protagonismo de Canadá (13% a 15%), México (15% a 17%) y otras economías emergentes (58% a 62%).
En este contexto, República Dominicana podría capitalizar este cambio geoeconómico. Aunque el consenso académico advierte que el proteccionismo no es una política deseable a largo plazo, el nuevo entorno ofrece ventajas competitivas relativas. Si el país logra posicionarse con rapidez, podría fortalecer su presencia en el mercado estadounidense y diversificar sus exportaciones.