Tel Aviv. – Bajo el centro comercial Dizengoff, en pleno corazón de Tel Aviv, un aparcamiento se ha transformado en un refugio improvisado donde decenas de familias y jóvenes pasan la noche ante el temor a los misiles lanzados por Irán, que en los últimos días han dejado víctimas mortales y graves destrozos en áreas residenciales de la ciudad y sus alrededores.
El lugar, habilitado por voluntarios de la organización Brothers in Arms, ha sido acondicionado con colchones, tiendas de campaña y una zona de juegos para niños en la planta -4 del aparcamiento. Sin embargo, sus organizadores aseguran que no han recibido apoyo del gobierno ni de la municipalidad de Tel Aviv. “Dijeron que podemos dormir aquí, pero no han hecho nada más”, señaló Ronen Keler, miembro del colectivo.
La capital israelí, conocida por su dinamismo y modernidad, enfrenta ahora un nuevo tipo de vulnerabilidad: la falta de refugios antiaéreos en sus edificios más antiguos, que datan de hace más de medio siglo. “Las casas en Tel Aviv son viejas, no están equipadas para una guerra”, explicó Keler a la agencia EFE. “Una pequeña explosión puede destruirlas”.
Desde el inicio de las hostilidades, al menos catorce personas han muerto en las localidades cercanas a Tel Aviv: ocho en Bat Yam, dos en Rishon LeZion y cuatro en Petah Tikva, tras impactos directos de misiles iraníes.
“En mi casa no hay refugio”
Elam, un joven repartidor de 33 años, se dispone a pasar su segunda noche en el improvisado refugio. “En mi casa no hay refugio, por eso vengo aquí”, explica. Hasta hace poco, durante ataques desde Gaza o de los hutíes del Yemen, se sentía relativamente seguro protegiéndose bajo las escaleras de su edificio. Pero la amenaza ha cambiado: “Ahora los misiles vienen de Irán, son más grandes y más peligrosos”.
Aunque reconoce el peligro, Elam apoya la respuesta militar de Israel. “Si tuvieran la bomba atómica nos matarían”, afirma sin titubeos.
“No todas las guerras son necesarias”
Sin embargo, no todos comparten esa visión. Dafna, una residente de 63 años con un largo historial de experiencias bélicas, se muestra crítica. “He pasado por muchas guerras, desde la del 67 a la del 73, el 82, el 89… Y con el tiempo me he dado cuenta de que no todas las guerras son necesarias”, reflexiona.
Considera que la actual escalada beneficia políticamente al gobierno de Benjamín Netanyahu, al desviar la atención de la crisis de los rehenes en Gaza y silenciar las protestas semanales en su contra. “Cualquier conflicto que ponga a un lado los asuntos internos de Israel le beneficia”, sentencia.
Vida suspendida
En la superficie, la ciudad mantiene una frágil apariencia de normalidad: algunos negocios abren, hay personas haciendo ejercicio o jugando con sus hijos. Pero las escuelas permanecen cerradas y el sonido de las sirenas interrumpe regularmente cualquier intento de rutina.
Cada vez que suenan las alarmas, el aparcamiento subterráneo se llena en cuestión de minutos. Personas con sus mascotas, móviles en mano, esperan atentos el mensaje del Ejército anunciando que es seguro salir. Cuando ese aviso llega, muchos se marchan… pero otros, como Elam, se quedan.
“Seguiremos aquí hasta que esto acabe”, dice con resignación. Pero la pregunta que nadie puede responder es cuándo será eso.
