Elon Musk abandonó tras 130 días su papel como líder del autodenominado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una comisión asesora creada para recortar gastos federales y eliminar burocracia. Prometía ahorros de hasta 2 billones de dólares, pero los resultados quedaron muy por debajo, estimándose solo 160 mil millones para 2026.
Aunque el DOGE no era un organismo oficial con poder legal, Musk impulsó:
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Cancelación de programas redundantes, como casi el 92% de los de USAID.
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Reducción de personal en algunas agencias.
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Promoción de un discurso anti-‘woke’ que influyó en el tono político.
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Presión sobre corporaciones para revisar prácticas culturales progresivas.
Sin embargo, enfrentó barreras: falta de autoridad formal, ausencia de equipo y recursos oficiales, y resistencia burocrática. Musk definió al DOGE como una filosofía más que una entidad real, reconociendo las limitaciones del proyecto.
Aunque sus promesas no se materializaron a gran escala, dejó una huella en el debate sobre eficiencia y cultura política en Estados Unidos.